Los gorriones.
Los gorriones son mis compañeros de trabajo estos días en los que estoy enfrascada en el trabajo final de máster.
En el rincón donde trabajo tengo un ventanal que tiene un alféizar de un tamaño considerable. Desde que vivo aquí he pasado muchas horas en este rincón mirando hacia la ventana, aunque dé a una fachada y para ver el cielo tenga que moverme.
Un gato asomado por la ventana mirando con interés qué ocurre en la calle, la vecina tendiendo la ropa en el balcón y los gorriones que alguna vez se han apoyado en el alféizar para descansar entre vuelos.
Los vecinos de abajo tienen el cacharro del aire acondicionado fuera, al lado de la ventana de la cocina. Cuando me asomo, mi visión cenital me permite ver un cuenco con agua y otro con comida. Alguna vez he pillado a varios gorriones descansando ahí también.
Uní conceptos: gorriones en el alféizar y comida encima del cacharro del aire, así que pensé en poner un bol con agua y trozos de pan en la ventana de donde trabajo para ver si venían.
Y vaya si vinieron.
Al poco rato empezaron a aparecer los primeros. Venían, se iban, se quedaban a comer, se lo llevaban... Mientras, ahí estaba yo, observando desde dentro de casa.
Pasé de darles pan de molde a panecillos pequeños. Venían muchísimos y se peleaban entre ellos, otros alimentaban a sus crías, otros bebían y otros se quedaban mirando esperando su turno.
Llegaron a juntarse unos siete gorriones a la vez y pensé que había creado un monstruo. Cuando se les terminaba la comida, parecía que me pedían más: se quedaban mirando al cristal mientras gritaban. Durante todo el domingo estuve sentada frente al escritorio terminando mi trabajo final de máster, ni siquiera salí de casa y estuve sola todo el día, literalmente ellos fueron mi única compañía.
Unos días después de estar dándoles comida, aprendí que el pan no es bueno para los pájaros, por lo que me sentí una persona horrible.
Pensé en comprarles comida, pero en el Aldi al que voy no hay comida para pájaros, así que fui improvisando, cambiándoles la dieta con lo que tenía por casa: avena, arroz inflado o frutos secos han sido el menú. Algunas cosas les gustaron más que otras. Ayer se comieron toda la mezcla de avena y frutos secos que les puse.
También observé que había dos tipos de gorriones que venían: la gran mayoría eran marrones, pero de vez en cuando venían unos diferentes. Tras una búsqueda en Google, aprendí que esos que aparecían de manea esporádica eran los machos y las demás, eran hembras. Tiene sentido, al final eran los (¿las?) de color marrón quienes alimentaban a sus crías.
Y justamente, hablando de crías, me pareció algo muy gracioso que las crías a las que alimentaban eran igual de grandes que las madres. Se sabe quiénes eran las crías porque agitaban sus alas muy rápido mientras abrían el pico.
También me gusta cuando beben agua, me reconforta más que cuando comen.
He aprendido hasta a distinguir el canto del macho y el de la hembra, no por nada vivo en la calle Félix Rodríguez de la Fuente.
Me he pasado mucho rato observándolos a través de la ventana estos días. Es un buen descanso de mirar todo el rato la pantalla. Parar y centrar la atención en esa realidad que parecen tener solo los pájaros cuya única preocupación es buscar comida.
Qué vida tan simple y qué interesante observarla.
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