¿Qué se hace cuando no tienes que trabajar?

Eso mismo me pregunté hace unos días, sabiendo que venía mi semana de vacaciones. 

Es mi semana libre sin tener que hacer nada, ni trabajos externos, ni viajar… Nada. Tiempo libre dedicado a mí y no sé qué hacer. 


Este verano, el trabajo ha sido lo único que me ha hecho levantarme de la cama. Era una obligación externa y tenía que cumplir con ella, pero salvo eso, no sentía que tuviese nada más por lo que moverme.

Ha habido días que al terminar la jornada me he tumbado en la cama y he estado ahí dormitando esperando que pasase el rato para que llegase la hora de cenar y tuviese algo que hacer. No he tenido motivación para nada más. 

Me gustaría decir que han sido unos pocos días, pero mentiría si lo dijese.


Hubo alguna tarde que me propuse bajar a la playa a leer, ahora que la tengo a menos de un minuto andando. Además, sé que salir de casa me hace bien psicológicamente, pero, en lugar de eso, ¿qué hice? Tumbarme en la cama con la excusa de “no salgo ahora, que hace aún mucho sol”, dormirme, y al despertarme, pensar que era demasiado tarde para ir. Vamos, hacerme autoboicot. 


Y es que cuando se trata de hacer cosas por mí, cosas que sé que me sientan bien y que implican salir de casa, mi mente hace todo lo posible por buscar excusas para quedarme encerrada. Luego, cuando llegan las ocho de la tarde, me viene todo el agobio y la tristeza por no haber hecho el esfuerzo de salir a la calle y haberme quedado en mi espacio seguro, el cual a veces juega en mi contra.


Romperé una lanza a mi favor y diré que donde vivo ahora no hay mucho que hacer, al menos no algo que me atraiga a mí. A eso también le sumas que con calor no tengo fuerzas para hacer nada, detesto el verano. 


Durante la semana que tuviese libre, pensé en que podía leer, pintar, ver películas… vamos, lo que me gusta hacer y a lo que no dedico casi tiempo. Pero a medida que se acercaba la semana, notaba que no tenía ganas de hacer nada de lo que me gusta, y me entró miedo. Sin ir más lejos, el sábado pasado. 


Entré en pánico porque no sentía ganas de pintar ni de ver cine, dos de las cosas que me dan la vida. Y es que entre eso y los días de solamente trabajar y dormir empecé a pensar que podía pasarme algo más profundo, algo que empieza por “d” y a lo que tantas veces siento que tiento. Pero hoy es lunes 28 de agosto, mi primer día oficial de vacaciones y aquí estoy, escribiendo esto, que para mí ya es un gran esfuerzo. También siento ganas de crear y seguir la película que tengo empezada desde el miércoles pasado. 


Espero que me dure este boost de motivación.


Seguiremos informando.


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